Al igual que las balas y los machetes la violencia sexual en Colombia ha sido una de las armas mas utilizadas por los grupos armados para intimidar, destruir y hostigar a la población. En el marco de los acuerdos de paz con las guerrillas de Colombia salen a la luz historias escritas con sangre y vergüenza, historias que no son ajenas a la realidad de la iglesia perseguida y a sus víctimas de violencia sexual.
“Te roban de tu familia, te llevan a vivir una vida que tu no eliges, te cambian una muñeca por un fusil, te cambian un parque de juegos por un campo de batalla y te violentan sexualmente, las violaciones sexuales nos dañaron el alma, no hay un solo día en que no recuerde ese momento” Estas son las desgarradoras palabras de Sara Morales, una ex guerrillera que saca a la luz las crueles vivencias de las mujeres combatientes en el marco del conflicto colombiano, como Sara hay miles de mujeres y niños que han vivido en su propia piel esa violencia silenciosa que corroe el alma y seca el corazón, muchas de las mujeres que han vivido esta experiencia son cristianas, y han sido violentadas como forma de castigar su fe.
Un cáncer llamado silencio
En el marco del conflicto armado la violencia sexual ha sido una forma ampliamente utilizada por guerrilleros, paramilitares y perseguidores para castigar e intimidar a todos aquellos que se oponen a sus propósitos, a menudo este tipo de abusos no son denunciados por las víctimas por temor a la vergüenza, al señalamiento y en el peor de los casos, por que en las comunidades los abusos sexuales son algo tan usual y frecuente que han perdido su categoría de delito y al igual que la muerte o la enfermedad han pasado a ser sufrimientos que todos tarde o temprano deben afrontar.
Los recientes testimonios en medios masivos, la ruptura del silencio social y el apoyo de organizaciones y ministerios a las víctimas, ha hecho posible que poco a poco salgan a la luz las historias de mujeres cristianas que han sido victimas sexuales del conflicto, como es el caso de Luz Marina Mosquera* una ex combatiente de la guerrilla que posterior a hacerse cristiana tomó la decisión de abandonar la milicia, y como castigo por su decisión de abandonar las armas fue abusada sexualmente por sus compañeros de combate. “El abuso sexual no solo tiene implicaciones sexuales, es una forma violenta de anular la voluntad de las personas, es una forma de aplastar la individualidad y robar a la persona su identidad y su capacidad para decidir” María Herrera* Trauma Support Coordinator
Las comunidades cristianas rurales han sido por décadas víctimas silenciosas de la violencia de guerrilleros, paramilitares y del mismo gobierno, víctimas que llevan escrito en la piel los años de abusos e historias desgarradoras como la del pastor Diego Cerquera* su esposa Ledy y sus dos pequeños hijos. Ubicado en la zona sur oriental del Colombia el pastor Cerquera llevaba a cabo labores pastorales y de evangelización a los combatientes guerrilleros de la zona, pese a las violentas amenazas de los lideres armados que objetaban su presencia y exigían que abandonara a sus labores pastorales. Como retaliación por la conversión de jóvenes guerrilleros, los líderes armados aprovecharon la ausencia del Pastor Cerquera por motivo de uno de sus viajes misioneros para saquear su casa, arrasar sus cultivos y ultrajar sexualmente a su esposa y a sus hijos.
Otra de las formas de hostigamiento y violencia sexual en contra de las mujeres y niñas cristianas perseguidas tiene lugar al interior de las comunidades indígenas, en donde las niñas cristianas son ofrecidas y entregadas en matrimonio a hombres no creyentes con el único objetivo de hacerlas renunciar a su fe, recientemente Soraya Moringa * una de las niñas indígenas que hace parte del hogar refugio de OD del norte del país, se vio obligada a huir clandestinamente de su comunidad debido a que había sido “prometida” en matrimonio con un hombre tradicional y opositor del cristianismo. Y aunque Fidelina logró huir a tiempo de un incierto y oscuro destino, la mayoría de niñas indígenas no corren con la misma suerte. Por el contrario, internadas en la profundidad de las montañas son obligadas a casarse con hombres que se oponen a su fe.
Actualmente OD Colombia en compañía de a través de la Red de psicólogos cristianos, promueve la sensibilización e investigación de las problemáticas de violencia sexual al interior de las comunidades cristianas perseguidas y pese a que una solución definitiva está lejana el romper el silencio ya es un triunfo.